MI CESÁREA


Ingresamos 8 de la mañana. Me pusieron una vía, un gotero y monitorizaron al bebé. 
Me sacaron bastante sangre, además de hacerme donante de sangre del cordón umbilical, accedí a donar la membrana de mi placenta. En mi hospital hay un oftalmólogo que, con la membrana de algunas placentas, es capaz de trasplantar córneas a pacientes con enfermedades degenerativas o congénitas de los ojos. Este procedimiento sólo se podía realizar si la cesárea era programada, porque se extrae la bolsa intacta y además sólo si se cumplían una serie de requisitos.
Yo estaba muy nerviosa toda la mañana. También tenía una mezcla de sentimientos. Siempre he tenido miedo a los quirófanos, pero también tenía muchas ganas de conocer a mi bebé.

Última foto con mi barriga antes de conocer al amor de mi vida.

Me dijeron que mi marido podía pasar a quirófano conmigo y que haríamos piel con piel cuando sacarán a Adrián. Esto era muy importante para mi, porque quería empezar con la lactancia materna en la primera hora de vida. Hacerlo así es mejor para la lactancia a corto y largo plazo, además de fortalecer el vínculo mamá-bebé desde el primer momento.
Cuando el quirófano estuvo listo, pasamos. No me lo podía creer, ya quedaba muy poco para conocerlo. Todo parecía mentira, como sacado de una película. Tanta gente a mi alrededor, moviéndose de un lado a otro, preparando tantas cosas y yo allí, super asustada, llorando como una niña pequeña.
Me pusieron la raquianestesia, me tumbaron y a los pocos minutos Adrián empezó a llorar. Mi marido lo vio todo, lo sacaron "de culete", primero las nalgas, luego las piernas, los brazos y al final, la cabeza. Me lo enseñaron, yo sólo podía decir ¿ya está, ya está, ese es mi bebé? Lo veía por encima del campo estéril pero todavía no lo podía tocar. Cortaron el cordón y se lo llevaron un momento, fueron muy pocos minutos pero a mí se me hizo eterno.
Enseguida la matrona lo envolvió, lo puso encima de mi pecho y él me miraba, ¡me miraba tan atento! y yo, yo no me lo podía creer... ¡Todo había pasado tan rápido! Lo tuve conmigo hasta que acabaron de coser, (me pusieron 10 grapas), recogieron todo y listo. Me cambiaron de la camilla a la cama, y subimos a la habitación con Adrián. 

Hicimos piel con piel durante más o menos 2 horas, bajaron las persianas de la habitación, para que estuviéramos los tres allí tranquilitos. 
Fueron momentos mágicos, Adri se cogió enseguida al pecho, todo parecía ir bien hasta que empezaron las visitas.

Para mí fue lo peor de todo el día. Necesitaba descansar, necesitaba dar de mamar a mi bebé todo el rato, seguía con la anestesia... Me dijeron que no me podía levantar de la cama hasta el día siguiente, no podía hacer nada por mí misma, estaba sondada... Yo soy muy nerviosa, así que era horrible estar en aquella cama sin poderme mover. Las enfermeras traían medicación y la ponían en el gotero a cada rato para que yo no sintiera dolor, si no hubiera sido así, no lo hubiera podido soportar.

Tuve visitas hasta las 10 o las 11de la noche. ¡Yo solo quería dormir! Cuando todos se fueron y por fin pude descansar, notamos que Adrián no estaba mamando bien. Hasta ese momento no había sido consciente de que empezábamos a tener problemas con la lactancia.
Eso sí, una vez se fueron todos, dije que no quería más visitas en los 3 días que me quedaban de estancia en el hospital. Y así fue.

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